jueves, 6 de enero de 2011

Edward Hopper


Hoy, 6 de enero, ha sido día de Reyes. Epifanía del Señor en los calendarios religiosos. O lo que es lo mismo, la excusa de todos los años para ceder por una vez ante las tentaciones del Mercado sin ningún cargo de conciencia y concedernos un capricho. Lejos de mí el criticar esta tradición, soy yo el primero que la sigue celebrando con ilusión año tras año, y ello no me genera un debate interno sobre si es o no coherente dicha celebración con la austeridad que sostengo profesar el resto del calendario. En cualquier caso, significa que ha habido regalos. Quizá dedique una entrada en el futuro a hablar de uno de los regalos que me han traído, a medias con mi hermana: el Munchkin, el mejor juego de cartas jamás creado desde que el Homo sapiens puebla la faz de la tierra, como suele decirse. O, si no el mejor, sí el más divertido. Pero hoy no voy a decir nada sobre él, porque si empiezo no acabo de cantar sus albanzas. Sólo insto a aquellos que lo desconozcan a que caigan en sus redes, merece la pena.

Hoy vengo a hablar de pintura: a mi hermana le han regalado, entre otras cosas, un calendario de estos grandes, con la distribución de los días siguiendo el canon anglosajón (el domingo, al principio de la semana. En qué cabeza cabe), cuyas láminas son cuadros de Edwar Hopper, uno de mis pintores favoritos (con permiso de Goya y Magritte, entre otros). Así pues, para canalizar mi envidia hacia un fin constructivo, he decidido decicarle esta entrada.

La verdad es que desconozco casi todo acerca de la vida de Hopper: lo único que sé es que era americano y que vivió hasta la década de los sesenta del siglo pasado. Si alguien quiere saber más sobre su persona y su biografía, le remito a wikipedia o a cualquier enciclopedia de papel de esas que todavía hay en algunas casas. Por tanto, sólo voy a hablar de lo que conozco de él, su pintura, y desde la perspectiva desde la que abordo casi todo lo que sé de este tema: desde la de aficionado a pintar.

Recuerdo, de mis clases de pintura, aquel momento en el que te disponías a empezar un nuevo cuadro: tenías que ir a un viejísimo y destartalado armario de madera y buscar unas carpetas de cartón azul que contenían las láminas que servirían luego de modelo. El primer paso del proceso de creación artística: la elección del motivo a representar. Recuerdo aquellas láminas, ajadas y desgastadas (a saber cuánto tiempo llevaban allí), como una sucesión de dibujos a lápiz de motivos florales y mariposas y cosas por el estilo (a lo que se había limitado mi producción pictórica hasta que di el salto a las ceras) y de una serie de cuadros de paisajes campestres y marinos y bodegones. Recuerdo, en general, no me gustaban, pues transmitían una sensación de excesiva formalidad y clasicismo, cosas de los adultos; así que cada vez que empezaba un nuevo cuadro me llevaba mi tiempo encontrar alguna lámina que me satisficiera.
Cuando años más tarde cayó sobre mis manos un libro sobre Hopper, al que yo sólo conocía por su pintura urbana, me sorprendió gratamente encontrarme con que allí, en medio del libro, figuraban como suyas tres obras que yo había reproducido años antes, desconociendo la identidad del autor:

Railroad Crossing (1922-23)


Cobb's Barns, South Truro (1930-33)

Coast Guard Station (1927)

El primer cuadro lo había dibujado aún con lápices, el segundo lo había hecho a carboncillo, y el tercero lo tenía a óleo, como el original. Además de esos tres cuadros, había muchos otros que yo había visto en las láminas de las carpetas azules; muchas de ellas también habían estado entre mis candidatas a servirme de modelo, aunque al final las había rechazado. ¿Qué había por tanto, en los cuadros de Hopper, que me llamaba tanto la atención?
Probablemente lo que me atrajese es esa sensación que transmiten, tan característica de los cuadros de Hopper, de una soledad y una añoranza o melancolía tranquilas, reparadoras, conseguidas mediante composiciones sobrias, regulares, estáticas. Para ello, Hopper hace uso de pinceladas bien definidas, líneas rectas, uniformidad cromática. Cabe resaltar que en la mayoría de sus cuadros (al menos en los que conozco) predominan las escalas de colores cálidos frente a los fríos. Éstas destacaban entre el resto de láminas porque esta sensación, que aunque no voy a calificar de agradable dista mucho (al menos en lo que a mi respecta: es algo totalmente subjetivo) de ser desagradable, era mucho más de lo que eran capaces de ofrecer las otras, tediosas, rancias, demasiado "correctas".
Sin embargo, y aunque me gustan mucho estos tranquilos paisajes, creo que lo mejor de su obra se sitúa en el marco de la ciudad: mujeres y hombres en el interior de sobrias habitaciones, en el café, en el tren o en el pórtico de una gasolinera, contemplando el sol matutino que entra a través de su ventana o con la cabeza gacha leyendo un libro. Todos estos cuadros plasman de algún modo un sueño americano frustrado, marchito, pero sin llegar a ser el reflejo de un ambiente decadente.

Siempre me ha parecido que los protagonistas de los cuadros llevan vidas sosegadas, placenteras, quizá lejos del ideal de plenitud que podemos considerar para nosotros mismos, pero, en cierto modo, envidiable, por la ausencia de preocupaciones o responsabilidades que parece adivinarse en sus rostros.

Automat (1927)

Summer Evening (1947)

Compartment C, Car (1938)

Summertime (1943)

Morning in a City (1944)

Morning Sun (1952)

Chop Suey (1929)

A Woman in the Sun (1961)

Nighthawks (1942)

Hotel Room (1931)

Four Lane Road (1956)

People in the Sun (1960)

3 comentarios:

  1. Mi primera reacción ha sido: anda, Marcos ha encontrado un blog gracioso.

    Mi segunda reacción ha sido: qué curioso, una foto de Bilbo Bolsón de perfil, ahora entiendo por qué nos lo ha enviado.

    Mi tercera reacción ha sido: espera, ¿Marcos?

    Mi cuarta reacción ha sido: ¿Marcos Tello es un sujeto sencillo/ de chaqueta azul brillante y zapatos amarillos? XDDDD


    Así que, amigo, bienvenido a este mundo. En serio, menuda sorpresa. Se merece usted un Excelso :)



    Ah, y cito: El domingo, al principio de la semana. En qué cabeza cabe.

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  2. A mí, lo que me impresiona de los personajes de Hopper es que no parecen ni felices ni desgraciados, sino todo lo contrario. Me los imagino como rodeados de silencio. Incluso una conversación en un café: sería escueta, mínima. Los protagonistas me parecen desconcertados y no saben qué decir. Un sueño marchito pero no decadente, sí...

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  3. Wow, great article, I really appreciate your thought process and having it explained properly, thank you!
    AGPIC

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